Quería compartir con vosotrxs este pequeño manifiesto que he leído recientemente y contaros un poco su origen y brevemente su historia.
La insurrección que viene es un libro publicado en Francia por la editorial francesa Le Fabrique y, aunque fue escrito de forma anónima, la policía francesa atribuyó la obra al anarquista Julien Coupat.
El manifiesto, sin embargo está firmado por el "Comité Invisible", que más tarde fue identificado por las autoridades francesas como los "nueve de Tarnac".
Este grupo de compañerxs forman parte de una comuna situada en Francia, en la región de Lemosín.
Recientemente, varias personas fueron detenidas en Francia por el mero hecho de tener un ejemplar de este libro en su casa. A estas personas se les aplicó en el país "vecino" la ley antiterrorista.
Bajo esta forma de censura se trató por todos los medios que el manifiesto no se difundiera, más el intento no tuvo éxito.
Quisiera dejar a continuación algunas citas para que las leais y, si a algunx le interesa, podais adquirir el manifiesto (tanto en librerías como en bibliotecas), que, por cierto, no tiene desperdicio. Tras las primeras páginas se puede ya empezar a entrever el porqué un manifiesto de estas características trata de ser censurado y perseguido pues, a mi forma de entenderlo, a ninguna autoridad conviene que un libro así circule libremente por el mundo.
"No existe el problema de la inmigración: ¿Qué añade donde ha nacido?¿Quién vive donde ha crecido?¿Quién trabaja donde vive?¿Quién vive allí donde vivían sus ancestros? ¿Y de quién son los niños de esta época, de la tele o de sus padres? La verdad es que hemos sido masivamente arrancados de
cualquier pertenencia, que no somos sino parte de nada, y que a resultas de esto, tenemos a la vez que una inédita disposición para el turismo, un innegable sufrimiento. Nuestra historia es la de las colonizaciones, las migraciones, las guerras, los exilios, la destrucción de todos los arraigos. Es la historia de todo lo que ha hecho de nosotros extranjeros en este mundo, invitados en nuestra propia familia. Hemos sido expropiados de nuestra propia lengua por la enseñanza, de nuestras canciones por las variedades, de nuestra carne por la pornografía masiva, de nuestra ciudad por la policía, de nuestros amigos por el salario. A todo ello se añade, en Francia, el trabajo de individualización feroz y secular realizado por un poder estatal que apunta, compara, disciplina y separa a sus sujetos más jóvenes, que tritura instintivamente las solidaridades que se le
escapan a fin de que no quede más que la ciudadanía, la pura pertenencia, fantasmagórica, a la República.
El francés es el desposeído, por encima de cualquier otro, el miserable. Su odio por lo extranjero se funde con el odio de sí mismo como extraño".
"Admitimos la necesidad de ganar dinero, que importan los medios para ello, porque en el presente es imposible pasar sin él, pero no la necesidad de trabajar. Por cierto, nosotros no trabajamos: nosotros chupamos. La empresa no es un lugar en el que nosotros existimos, es un lugar que atravesamos. No somos cínicos, somos sólo reticentes a dejar que abusen de nosotros. Los discursos sobre la motivación, la calidad, la inversión personal nos resbalan para mayor angustia de los gestores de recursos humanos. Se dice que estamos decepcionados de la empresa, que ésta no ha pagado la lealtad de nuestros padres, despedidos demasiado a la ligera. Se miente. Para estar frustrado, es necesario haber esperado algo. Y nosotros nunca
hemos esperado nada de ella: la vemos como lo que es y nunca ha dejado de ser: un juego para víctimas de confort variable. Sólo lamentamos que nuestros padres hayan mordido el anzuelo. La confusión de sentimientos que rodea la cuestión del trabajo se puede explicar así: la noción de trabajo siempre está oculta bajo dos dimensiones contradictorias: una dimensión de explotación y una dimensión de participación. Explotación de la fuerza de trabajo individual y colectiva por la apropiación privada o social de la plusvalía; participación en una obra común mediante los lazos que se tejen entre los que cooperan en el seno del universo productivo".
"Las dos dimensiones están viciadamente confusas en la noción del trabajo, lo que explica la indiferencia de los trabajadores, a fin de cuentas, ante la retórica marxista, que niega la dimensión participativa, como ante la retórica empresarial que niega la dimensión explotadora".
"Treinta años de paro masivo, de “crisis”, de crecimiento engañoso y todavía se nos quiere hacer creer en la economía. Treinta años subrayados, bien es cierto, por algunos entreactos ilusionantes: el entreacto 1981‐83, ilusión por que un gobierno de izquierda pudiese traer la felicidad al pueblo; el entreacto de los años fric (1986‐89), en el que todos nos íbamos a hacer ricos, hombres de negocios y corredores de bolsa; el entreacto Internet (1998‐2001), donde todos encontraríamos un empleo virtual a fuerza de estar conectados, donde la Francia multicolor y una, multicultural y cultivada, ganaría todas las copas del mundo. Pero, en eso, se han gastado todas nuestras reservas de ilusión, se ha tocado fondo, estamos secos si no
al descubierto".
"A la fuerza se ha comprendido esto: no es la economía la que está en crisis, es la economía quien es la crisis; no es el trabajo lo que falta, es el trabajo lo que está de más; bien pensado, no es la crisis sino el crecimiento lo que nos deprime. Es preciso reconocerlo: la letanía de las cotizaciones bursátiles no nos es más cercana que una misa en latín".
Estos son algunos de los temas que más interesantes me han parecido; sin embargo, hay muchos otros incluidos en el manifiesto de bastante interés (no tan relacionados con la economía y más con las relaciones sociales).
El libro se puede encontrar en Internet en pdf (os proporciono el link); sin embargo, la traducción del francés es bastante peor que el de la editorial Melusina, por lo que sigo recomendandoos que lo adquirais de biblioteca o de librería. También podeis encontarlo en cualquier puesto de libros de Tirso de Molina cualquier domingo de Rastro.